La hepatitis es una enfermedad que produce una inflamación en el hígado, producto de la presencia de un virus.

Según la doctora Marina Becerra, gastroenteróloga de Clínica Dávila, se puede contagiar por diferentes causas, dependiendo del tipo de hepatitis que presente el paciente.

De los tipos de hepatitis existentes en Chile, las más frecuentes y con más presencia son la A, B y C.

Hepatitis A

Hepatitis del tipo A es considerada la menos grave de las tres, ya que es la única que tiene cura. Se trata de una enfermedad que se presenta de forma aguda y que si no es bien tratada puede llegar a producir una falla hepática, sin embargo, es posible mejorar y regenerar el hígado.

La especialista explica que es una patología que se presenta por contaminación por fecas, es decir, el contagio se realiza por alimentos mal lavados o aguas servidas.

Este virus surge principalmente en niños y se puede detectar a través de síntomas como fiebre, náuseas y coloración amarilla de la piel.

Existe una vacuna para prevenir la transmisión de hepatitis A y ésta es colocada esencialmente en niños, pero la doctora Becerra asegura que es recomendable que también se la pongan personas de riesgo, como familiares, personas con enfermedades inmunosupresoras, bajas defensas o quienes vayan a viajar a lugares en que hay muchos casos de brote.

En caso de contagio, hay que esperar que la persona se mejore con cuidados generales y medidas dietéticas, dice la experta.

Hepatitis B y C

Las hepatitis B y la C, son las más peligrosas, ya que ambas llegan a convertirse en enfermedades crónicas que pueden traer una serie de complicaciones al paciente. Su contagio se realiza principalmente a través transmisión sanguínea o por vía sexual.

En su etapa inicial, estos tipos de hepatitis son catalogadas como agudas. En el caso de la hepatitis B, los síntomas son los mismos que en la hepatitis A, mientras que la hepatitis C, se caracteriza por ser más bien asintomática (no presenta síntomas).

Una vez que la enfermedad comienza a avanzar, los médicos la clasifican como crónica, lo que puede traer una serie de complicaciones como cirrosis hepática e incluso, en casos más extremos, cáncer de hígado. Cuando la hepatitis es crónica, los síntomas son los mismos para el tipo B y C, y estos conllevan cuadros de cansancio, fatiga y problemas asociados a otras patologías como artralgia (dolor de articulaciones), artritis o VIH.

Cuando una persona se contagia con estos tipos de hepatitis, se comienza un tratamiento con antivirales. La diferencia entre ellas es que, al igual que la hepatitis A, la de tipo B se puede prevenir con una vacuna, mientras que la única forma de eludir la hepatitis C es mediante cuidados con los lugares en que se hacen piercings, tatuajes y con la manipulación de objetos cortopunzantes.