Según la JUNAEB, la obesidad infantil es el principal problema de salud pública en el país. No sólo por las implicancias presentes sino también por las consecuencias futuras de enfermedades en el paciente. Cifras de mayo de este año (2018) indican que el 23% de niños de primero básico son obesos. Asimismo, Chile ocupa el primer lugar de obesidad infantil en América Latina. Sin lugar a dudas, no son estadísticas alentadoras. Por lo tanto, ¿cómo cambiamos este patrón?

Patricia Kaplan, psicóloga de niños y adolescentes de Clínica Dávila, explica cómo un buen manejo psicológico contribuye efectivamente a mejorar los hábitos y calidad de vida de pacientes obesos.

Motivos de obesidad

No se puede generalizar sobre los elementos que pueden incidir en esta condición. Sin embargo, existen dos grandes categorías que abarcan a los niños y adolescentes que llegan a la consulta:

  1. Malos hábitos alimenticios: niños que están insertos en familias donde la alimentación saludable no se ha podido instaurar (desde su primera infancia).

 

Se utiliza la comida o los dulces, en muchas ocasiones, como recompensa (para calmarlos o para que no lloren). Tampoco se inculca desde temprano la importancia de  la actividad física o el deporte.

 

  1. Desregulaciones emocionales: hay pacientes que presentan desregulación emocional, y estos se calman y compensan emocionalmente a través de la comida.

En los adolescentes también se pueden evidenciar Trastornos por Atracones, desorden que está dentro de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).

Objetivo psicológico

“El objetivo principal, desde la perspectiva psicológica, es ayudar al paciente a que adhiera al tratamiento con nutriólogos, nutricionistas y actividad física. Muchas veces comienzan varias dietas que al poco tiempo abandonan. Estos los lleva a consultas repetitivas sin lograr avanzar ni tener resultados positivos, comenta la psicóloga Kaplan.

Por este motivo, el tratamiento básico contra esta enfermedad, comienza por:

  1. Ayudar a modificar los hábitos en general del niño o adolescente junto a sus familias (alimenticios y de rutina).
  2. Identificar cuáles son los factores o motivos que generan la desregulación emocional, con el propósito de ayudarlos a regularse a través de otros medios más adaptativos  que no sea la comida.
  3. Trabajar en conjunto con un equipo multidisciplinario: nutriólogo, nutricionista, kinesiólogo, psicólogo y psiquiatra, según cada caso.

Consejos de prevención

Se debe tomar en cuenta que, antes de llegar a la obesidad y todas las complicaciones que esta condición presenta, lo más importante es prevenirla. A continuación, algunos consejos que sirven para todos los papás y mamás:

  1. Incorporar hábitos saludables en el niño integrando a la familia completa. “Los hábitos son conductas repetitivas que los niños van incorporando (tanto las malas como las buenas). Si los malos hábitos se dan al interior de la familia, el niño va a repetirlos”, expresa la psicóloga. Cuando se dice al niño que tiene que comer saludable, no sólo tiene que hacerlo él, sino toda la familia. Siempre tener presente que la familia es su modelo de aprendizaje.

 

  1. Intentar enviar colaciones saludables desde la casa para que los padres puedan tener un control de lo que sus hijos comen.

 

  1. Integrar la actividad física y deporte. Ojalá no quedarse sólo con la educación física que hacen en el colegio, si no intentar instaurar un estilo familiar saludable y deportivo.

 

  1. Regular todos los hábitos en general. Esto significa establecer rutinas, no tan sólo relacionados a la comida, sino también con los estudios y horarios de sueño.

 

  1. Incorporar alimentos saludables de a poco. Se sabe que para que un niño incorpore un alimento que no es de su agrado, se demorará hasta doce veces en aceptarlo e incorporarlo. Por lo tanto, hay que seguir insistiendo.

“La obesidad en los niños es generalmente responsabilidad de los padres, excepto en aquellos casos que exista alguna otra enfermedad, por supuesto”, indica la psicóloga. “Se puede hacer excepciones en la alimentación pero, para esto, es fundamental que el niño aprenda y pueda hacer la diferencia entre comida saludable y no saludable”.