La fibromialgia es un síndrome caracterizado por una variedad de síntomas que incluye un dolor crónico (por más de 3 meses), fatiga, baja en la concentración, alteraciones del sueño y del ánimo, que influyen en que los pacientes que la padecen empeoran su calidad de vida y disminuyen su funcionalidad.

El significado de la palabra fibromialgia, viene de fibro = tejido fibroso, Myo = músculo, y Algia = dolor.

La fibromialgia considera una condición de dolor difuso en distintas partes del cuerpo, existiendo distintas características del dolor, pudiendo ser quemante, palpitante, punzante, intenso, persistente y fluctuante. El dolor puede comenzar de forma espontánea y progresiva, o también ser originado y agravado por un trauma físico o emocional.

Asimismo, estudios han demostrado la asociación de otros síntomas, tales como: ánimo bajo, cefalea crónica, calambres en las piernas, mareos, vértigo e hipersensibilidad a ruidos y olores, intestino irritable, bruxismo y cistitis intersticial.

La fibromialgia habitualmente aparece en población en edad productiva (entre 30 y 55) años, sin embargo, también aparece en otras edades de la vida como adolescentes y adultos mayores. Su prevalencia según género se presenta en una relación en que cada ocho mujeres, afecta a un hombre. Además, estudios demuestran asociación hereditaria desencadenada por un gatillante ambiental.

Los criterios diagnósticos para la fibromialgia deben ser evaluados por un médico, quien debe investigar a través de la entrevista clínica, los síntomas que presenta el paciente (dolor, fatiga, problemas de concentración y sueño) y además se debe hacer un muy buen examen físico, determinando las zonas y puntos dolorosos que tiene en el cuerpo, del cual al menos deben objetivarse 11 de 18 puntos.

Respecto a los exámenes de laboratorio a considerar, es importante hacer un chequeo que permita descartar otras patologías que también contribuyen a la aparición de dolor crónico y simulen ser una fibromialgia sin que lo sea realmente, tales como las enfermedades reumatológicas o desórdenes endocrinológicos. Siempre se debe descartar patología osteomuscular y además es necesario revaluar y medir los niveles de vitamina D en la sangre.

El manejo de la fibromialgia se basa en el objetivo de disminuir el dolor, optimizar el descanso a través de un mejor dormir y restablecer la funcionalidad física y mental, con el fin de otorgar a los pacientes una mejor calidad de vida.

El tratamiento considera acciones farmacológicas basado en varios tipos de medicamentos que ayudan a disminuir el dolor crónico y las otras sintomatologías. El tratamiento no farmacológico es muy relevante y se basa en educar al paciente sobre su condición, hacer terapia psicológica, ejercicio físico aeróbico sin impacto, el masaje, la relajación, el tai chi o el yoga, la elongación y la terapia en piscina temperada. Se recomienda una dieta saludable y una exposición solar diaria de, al menos, 20 minutos.

Obtener una disminución del dolor de 30 a 50% en relación al comienzo de la terapia, en aquellos pacientes que enfrentan un dolor crónico, es considerado como una intervención exitosa.

Es importante recalcar que cada paciente es único y se debe consultar cuando tenga molestias. Es deber de su médico hacer el diagnóstico.

La fibromialgia sí existe y es una enfermedad crónica y limitante en la funcionalidad si no es abordada integralmente. Por el contrario, si es bien manejada y controlada, se reduce el dolor haciendo más funcionales a los pacientes, lo que impacta en una mejora en la calidad de vida de quienes la padecen.