Las fisuras de labio o paladar son un conjunto de malformaciones congénitas (presente desde antes del nacimiento) que afectan la estructura de la boca, nariz y paladar. Conocidas también como labio leporino o fisura labio leporina, se presentan en promedio en 1 de cada 700 recién nacidos vivos y se caracterizan por la existencia de continuidad o fisura en el labio superior, en paladar o en ambos, con distintos grados de severidad. Según explica la doctora Carmen Garrido, cirujana infantil de Clínica Dávila, la fisura de labio con o sin compromiso de paladar es más frecuente en hombres, mientras que la fisura de paladar aislada es más frecuente en mujeres.

¿Por qué se produce?

Si bien su causa no ha sido totalmente identificada, y existen diferentes tipos de fisura labial, sí se asocia a un síndrome genético, antecedentes familiares y factores ambientales, dentro de los cuales se describen el tabaquismo y consumo de alcohol de la madre, exposición a teratógenos (agentes capaces de causar defecto congénito) y una madre muy joven. Esta malformación ocurre entre la cuarta y la sexta semana de gestación, cuando se produce el desarrollo de la cara y las estructuras faciales del feto (como labio, paladar y nariz) no se cierran completamente. “Las fisuras pueden tener consecuencias a nivel estético, auditivo, de habla, lenguaje cognitivo, e incluso psicológico y social, por lo que es fundamental el manejo multidisciplinario”, indica la doctora Garrido.

¿Cuál es el tratamiento?

Mientras antes se inicie el tratamiento, mejor será el pronóstico de la condición. Una vez sospechado o realizado el diagnóstico, idealmente en la primera semana de vida, se realiza la derivación al cirujano infantil y la notificación como patología cubierta por las Garantías Explícitas en Salud (GES).  Es importante, mientras tanto, que el paciente se alimente con leche materna desde el pecho o con una mamadera. “El manejo del paciente es interdisciplinario, donde participan la genética, otorrinolaringología, odontología, foniatría (otorrinolaringología que se ocupa de la emisión de la voz) y cirugía plástica pediátrica”, aclara la doctora Carmen Garrido. El objetivo es acompañar al niño y a los padres para lograr una rehabilitación completa, tanto a nivel estético facial como oral. Si existe alteración en la continuidad de la encía, está indicado realizar tratamiento ortopédico prequirúrgico para alinear los tejidos previo a la cirugía del labio o queiloplastia. Esta cirugía se realiza entre los 3 y 6 meses de edad, dependiendo de las condiciones del paciente; en la intervención se corrige el labio, la nariz y la fisura alveolar, si existiese. El cierre del paladar blando, en tanto, se realiza entre los 7 y 12 meses y el cierre del paladar completo, entre los 12 y 18 meses. Dependiendo del desarrollo del paciente y del grado de la fisura, puede que se requiera de alguna otra intervención y tratamiento multidisciplinario idealmente hasta los 15 años, que es lo que contempla el GES. El pronóstico de esta patología actualmente es muy bueno y se logra la total rehabilitación del paciente.