Si una persona con diabetes no logra controlar bien su enfermedad, los altos niveles de azúcar en la sangre que circulan por el cuerpo afectan los distintos órganos y pueden desencadenar algunas complicaciones a largo plazo.

Se estima que alrededor del 40% de los pacientes que se encuentran actualmente en tratamiento de hemodiálisis son diabéticos.

Cuando la diabetes deteriora los vasos sanguíneos y otras células del riñón, que son las responsables de depurar la sangre, se produce la denominada nefropatía diabética, una complicación frecuente tanto en los pacientes con diabetes tipo 1 como tipo 2.

“Esta condición se puede desarrollar silenciosamente a lo largo de varios años, y puede llevar a la insuficiencia renal, la necesidad de diálisis y si su condición médica lo permite, el trasplante de riñón. Por esta razón, es muy importante poner énfasis en la prevención y el tratamiento temprano para evitar la progresión de la enfermedad”, explica la doctora Marcela Ursu, nefróloga de Clínica Dávila.

Algunos factores pueden aumentar el riesgo de padecer nefropatía, como los siguientes:

  • Diabetes tipo 1 o 2.
  • Sufrir de hiperglicemia (alto nivel de glicemia).
  • Presión arterial alta (hipertensión) que sea difícil de controlar.
  • Tabaquismo.
  • Alto nivel de colesterol (dislipidemia).
  • Antecedentes familiares de diabetes y enfermedad renal.

Prevención y tratamiento

La nefropatía diabética es asintomática durante sus primeras etapas, por lo que es importante que se realicen chequeos periódicos de sangre y de proteínas en la orina para determinar si existe alguna evidencia de inicio de nefropatía diabética; también se sugiere realizar controles con el nefrólogo. Los chequeos también pueden incluir exámenes de imagenología, desde rayos X y ecografías hasta la resonancia nuclear.

El control tanto de la diabetes como de la hipertensión asociada y el nivel de colesterol, puede prevenir o retrasar la aparición de las complicaciones.

También se aconseja el control con el urólogo para la revisión de la próstata, sobre todo en el paciente mayor de 40 años de edad.

Se recomienda, además, mantener un peso adecuado, hacer ejercicio, no fumar ni beber alcohol, junto con evitar la automedicación. Usar analgésicos solo cuando son recomendados por el especialista.

Cuando ya se encuentra en una etapa más avanzada, el daño renal puede presentar alguno de los siguientes síntomas:

  • Falsa impresión de mejora de la diabetes, pues disminuye la necesidad de insulina o medicación.
  • Retención de líquido, que produce hinchazón (edema) de brazos, manos, piernas, tobillos e incluso en el rostro.
  • Aumento de presión arterial.
  • Presencia de proteínas en la orina.
  • Mayor necesidad de orinar (sobre todo de noche).
  • Dificultad de concentración.
  • Pérdida de apetito, náuseas y vómitos.
  • Sensación de picazón (prurito).
  • Fatiga.

Una vez realizado el diagnóstico, el tratamiento incluirá el uso de algunos medicamentos específicos para controlar la diabetes, la hipertensión e iniciar una dieta controlada.

En los casos más avanzados, cuando ya se produce una insuficiencia renal, el paciente deberá comenzar un tratamiento de diálisis o un trasplante de riñón.