Sandra Puerta llegó al Servicio de Urgencia de Clínica Dávila Vespucio en abril del año pasado con solo 31 semanas de gestación y desprendimiento de placenta. Durante todo el embarazo tuvo complicaciones, como síndrome hipertensivo (presión alta), por lo que, tras la evaluación médica, se determinó que era necesario realizar una cesárea de urgencia.

 

Su hija, Ema, nació con 1,6 Kg y fue trasladada de inmediato a la Unidad de Neonatología por su condición de prematura y por presentar extraños espasmos durante los primeros minutos de vida. Tras 40 días en observación, fue trasladada a la Unidad Paciente Crítico Pediátrico, donde le diagnosticaron el Síndrome de West, un tipo de epilepsia que se presenta en niños menores de 1 año.

“La hospitalizamos en una primera ocasión, para hacerle un protocolo de ACTH, medicamento que se usa en otras patologías para lograr una desinflamación cerebral, de manera que la epilepsia vaya cediendo y desapareciendo. Ema respondió bien al tratamiento, de hecho, se le pasaron los espasmos y se fue a su casa sin convulsiones”, explicó el Dr. Alfredo Morán, médico jefe de la UPC Pediátrica.    

Sin embargo, 15 días después fue reingresada por nuevas convulsiones, por lo que se le indicó un nuevo fármaco antiepiléptico, el que ha logrado buenos resultados en la paciente.  

Experiencia familiar

Cuando un hijo(a) se enferma, el miedo y la tristeza abundan. Según cuenta la madre de Ema, “ha costado un poco asimilar la situación porque ella aún no habla, solamente llora y eso nos ha causado angustia, ya que no sabemos qué es lo que tiene».

A pesar del difícil momento, Sandra junto a Daniel Ridao, padre de Ema, encontraron en el equipo de Dávila Vespucio comprensión, apoyo y cariño.    

“Lo más gratificante para los que trabajamos en salud es cuando los pacientes nos dan el feedback de que lo estamos haciendo bien. Creo que es la mejor recompensa”, aseguró el Dr. Morán.    

Por su parte, Barbara Galdames, enfermera de la UPC Pediátrica, destaca la relación que entablaron con el equipo de Vespucio. “Son una familia muy simpática, dispuesta a colaborar con nosotros, ya que pasaron momentos muy difíciles durante los procedimientos e intervenciones que tuvimos que hacer”.   

El caso de Ema demuestra que el vínculo que se crea entre los profesionales de la salud y los pacientes es fundamental en el tratamiento médico, pues influye en que ellos se sientan cómodos, apoyados y escuchados en circunstancias complicadas. “Logramos generar esa conexión entre los papás y el equipo de enfermería. Ha sido súper gratificante, tanto para ellos como para nosotros”, agregó Barbara.   

Alta médica

Ema fue dada de alta el 23 de noviembre de 2022 y, actualmente, asiste a controles kinesiológicos en el Instituto Teletón. Tras su paso por Dávila Vespucio, sus padres se comunicaron con nuestra institución para agradecer a todos los funcionarios de la clínica, desde el personal del aseo, hasta el equipo médico».

«Como familia queremos transmitir un mensaje hacia el equipo de Dávila Vespucio, y es que estaremos infinitamente agradecidos con ellos por la atención que le dieron a nuestra hija«, concluyeron.