La toxina botulínica es una neurotoxina que produce parálisis en los músculos. Ha sido utilizado exitosamente para tratar cefaleas agudas y, en el último tiempo, ha sido empleado para tratar aquellos músculos que presentan hipertonía o espasticidad (contracción permanente). Dentro del área de urología, existe una patología llamada vejiga hiperactiva, donde el músculo vesical se contrae de manera involuntaria, generando en la persona que lo padece urgencia para orinar y, en casos más extremos, incontinencia urinaria.

Los pacientes que tienen vejiga hiperactiva tienen la opción de controlar esta enfermedad a través de remedios. Sin embargo, la gran mayoría de ellos, no responde efectivamente a los mismos teniendo que recurrir a tratamientos más invasivos como la aplicación de la toxina botulínica intravesical.

Procedimiento

“La toxina botulínica intravesical es un procedimiento ambulatorio que se realiza en pabellón con anestesia general. A través de una cistoscopía, el médico inyecta alrededor de 100 unidades de esta neurotoxina en las paredes de la vejiga del paciente. La tasa de éxito está entre el 70% a 80% puesto que la persona deja de padecer de incontinencia urinaria. Asimismo, es una intervención que no produce dolor a la persona ya que la toxina botulínica también tiene un efecto analgésico”, explica el doctor Aníbal Salazar, urólogo de Clínica Dávila.

¿Qué sucede una vez realizado?

El efecto de esta toxina es transitorio teniendo un periodo de duración de seis a ocho meses. Se puede inyectar las veces que el paciente lo estime necesario, siempre y cuando, se deje un espacio libre de tres meses entre cada reinyección.

Complicaciones

Como toda intervención, siempre existen algunos riesgos. Entre ellos:

  • Parálisis total de la vejiga.
  • Sangrado menor.
  • Infección urinaria.

Aun así, son complicaciones que se presentan en muy pocos casos, ya que su técnica ha ido perfeccionándose cada vez más.

 

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