Sin duda una de las ventajas de esta época son los avances tecnológicos de la medicina. Un ejemplo de ello es la toxina botulínica, usada en medicina desde la década del 80, y conocida mayormente por su nombre comercial y uso estético. Hoy juega un rol fundamental en la medicina, a modo de tratamiento para algunas enfermedades como las distonías o movimientos musculares involuntarios.

La toxina botulínica es un producto biológico fabricado por diferentes laboratorios a partir de una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum que, básicamente, induce parálisis muscular de forma progresiva, la más conocida y que tiene un uso médico más seguro es la de tipo A. Es gracias a esta parálisis muscular provocada que la toxina botulínica se usa clínicamente para las enfermedades relacionadas con los trastornos del movimiento.

Tratamientos médicos con toxina botulínica

La neuróloga de Clínica Dávila, Mireya Balart, especialista en Trastornos del Movimiento, señala que la toxina botulínica de uso clínico “disminuye no solamente el movimiento en el caso de los cuadros distónicos, sino por ejemplo dolor o posiciones contracturales. En realidad, creo que es uno de los medicamentos del futuro”. Además de emplearse para estos trastornos, “se usa en espasmos vesicales, bruxismo y en muchísimas otras cosas. Por ejemplo, pacientes que bruxan mucho (apretar los dientes al dormir), aprietan musculatura y se rompen los dientes. Para corregirlo se puede usar toxina botulínica y soltar esa musculatura”.

El suministro de la toxina es ambulatorio y de sencilla preparación y aplicación. “Yo preparo la toxina en las proporciones correspondientes y se inyecta, prácticamente superficial, o sea subcutáneo, o intramuscular. No requiere anestesia, no requiere preparación previa. En general tiene pocas complicaciones, pero son rarísimas. Y el paciente puede volver a hacer su vida”, señala la especialista.

Lo que produce la toxina es una parálisis en el músculo. La actividad muscular es bloqueada tras la intervención, por lo que pacientes con enfermedades relacionadas a los trastornos del movimiento reducen la hiperactividad del músculo afectado, pudiendo evitar así la contractura.

La doctora Balart indica que el uso más recurrente de la toxina botulínica es en trastornos faciales de movimiento, es decir, movimientos involuntarios en el rostro. En estos casos, tras aplicar el tratamiento médico con Botox, se puede realizar una segunda aplicación para lograr “equilibrio facial”, es decir, realizar el mismo procedimiento en el lado sano de la cara para que no exista una diferencia tan grande entre ambas mitades del rostro, dado que la aplicación de esta toxina en el rostro suaviza las arrugas (uso cosmético más requerido), por lo que el lado que no ha sido intervenido sigue “normal”, con arrugas y marcadas líneas de expresión.

Después de 48 horas de la aplicación de este medicamento los pacientes pueden ver cambios en su vida cotidiana, mejorando considerablemente la calidad de ésta. En el caso de las personas bléfaras, es decir, aquellas que por espasmos bilaterales en los párpados cierran involuntariamente sus ojos, cuando reciben el tratamiento con la toxina botulínica, se produce una inactividad muscular, por lo que pueden abrir los ojos con relativa normalidad.

La toxina botulínica de uso clínico, según indica la especialista de Clínica Dávila, funciona en todo paciente “que tiene una hiperactividad muscular focal donde uno no la debiera tener, o cualquier tipo de tic más bien constante, persistente, porque yo tengo que inyectar en ciertos músculos definidos, o sea, no es universal”.

Además de los diferentes trastornos del movimiento, hoy la toxina botulínica en uso clínico es aplicada como tratamiento para distintas dolencias, como migraña, bruxismo y neurorehabilitación, entre otras.