Cuando nace un niño, son múltiples las emociones que embargan a una madre, desde alegría hasta ansiedad o temor. Sin embargo, una que no se espera es la depresión.

La depresión posparto es un cuadro afectivo que se puede producir inmediatamente después de dar a luz, durante la semana siguiente o hasta el mes. Se estima que en Chile alrededor de un 10% de las madres, es decir, una de cada 10 mujeres que han dado a luz, pueden presentar este tipo de trastorno.

Según explica la doctora María Eugenia Escorza, psiquiatra de adultos de Clínica Dávila, se debe hacer una distinción con el llamado “baby blues” o melancolía normal que sienten muchas madres cuando tienen un hijo, y que se produce al verse sobrepasadas y saber que no todo va a volver a ser igual, que hay un cambio de ciclo, de pérdida de cierta independencia, pero que no está relacionado con la depresión.

La depresión posparto, en cambio, es una enfermedad que está marcada por los cambios hormonales que se producen en el puerperio, donde la paciente presenta culpabilidad y tristeza extrema e inexplicable, junto a síntomas fisiológicos como desgano, anhedonia (incapacidad para experimentar placer o satisfacción, pérdida de interés), además de insomnio e inapetencia.

“A veces esta enfermedad altera el proceso de vínculo con el hijo y por eso tiene una connotación especial, porque también se puede observar una marcada irritabilidad e incluso sensación culposa: la mujer se siente inhábil en la tarea de ser madre, se culpa por quererlo o no quererlo o por sobreprotegerlo, y eso la deja muy marcada”, asegura la doctora Escorza.

Algunas veces, incluso, estos cuadros depresivos pueden ser más severos y estar relacionados con cuadros afectivos de tipo bipolar, por lo que deben ser muy bien estudiados, diagnosticados y tratados.

Por eso, la recomendación de la especialista es que, si una mujer que acaba de tener un hijo presenta estos síntomas por más de dos semanas, debe consultar a su médico, aunque sea un primer episodio y nunca antes haya sido diagnosticada con una depresión.

Diagnóstico y tratamiento

El diagnóstico suele ser clínico, identificando síntomas característicos e historial del paciente, junto a ciertas entrevistas estandarizadas o estructuradas.

“Uno tiene que evaluar la gravedad del cuadro, porque algunas depresiones posparto pueden llegar a ser hasta psicóticas”, indica la doctora.

En general, el tratamiento se evalúa caso a caso y depende mucho del proceso de lactancia, por los efectos que puede tener en el niño al pasar por la leche materna. Por tal razón, se pueden indicar antidepresivos que la FDA (Food and Drug Administration) norteamericana clasifica y recomienda. Además, es vital complementar el tratamiento con psicoterapia.

El tiempo del tratamiento depende mucho de si la depresión posparto está ligada o no a un trastorno del entorno afectivo bipolar. También depende de cuántas depresiones haya tenido antes la madre, pero si es una primera depresión posparto, el tratamiento habitual se extenderá por a lo menos dos años, con un primer año que se considera como la fase aguda, donde los síntomas desaparecen entre uno y tres meses y luego, se continúa con una fase de mantención.

En caso de que se trate de un cuadro afectivo bipolar, el tratamiento es permanente, pues es una enfermedad crónica, aunque puede ir variando farmacológicamente porque depende del estado de la madre, en especial durante la lactancia. En casos muy severos, se deberá suspender la lactancia y se puede llegar hasta la hospitalización, ya que puede estar en riesgo tanto la integridad de la madre como de su hijo. “Es muy importante realizar el diagnóstico lo antes posible y entender que para que el binomio madre hijo esté bien, la madre tiene que estar bien”, puntualiza la profesional.

Con un tratamiento adecuado, el cuadro se estabiliza y los síntomas desaparecen. Sin embargo, si no se trata o si se suspende el tratamiento, la enfermedad puede evolucionar en depresión crónica. “Un cuadro depresivo no se va a pasar solo, necesita de un tratamiento que además incorpore a la familia, a la pareja y también a su entorno”, finaliza la doctora, quien destaca que tanto el diagnóstico como el tratamiento de esta enfermedad está basada en evidencia científica concluyente.