Tenía dificultad para moverse y no podía caminar. Con 73 años y enfermedades de base controladas, Ilse Velozo sabía que algo no estaba bien, por lo que llamó de inmediato a su familia, quienes la trasladaron a Clínica Dávila. Reaccionar rápidamente fue crucial para que recibiera un tratamiento oportuno y no tuviera secuelas tras el accidente cerebrovascular (ACV) que la afectó.

Corría el mes de agosto y, en medio de la pandemia, ir a un centro de salud no estaba en los planes de Ilse. Es adulta mayor, vive sola y tiene fibrilación auricular e hipertensión arterial, ambas en tratamiento hace más de tres décadas, por lo que -al igual que la mayoría de las personas- ha permanecido en su casa para evitar el contagio de COVID-19.

Sin embargo, algunas enfermedades ocurren sin previo aviso. “En la mañana me levanté al baño y de un momento a otro me caí, golpeándome la cabeza. Me costó levantarme, pero logré hincarme para ponerme de pie. Con dificultad caminé para abrir la puerta de mi casa y llamé a mi hermano que vive a dos casas de la mía. Llegó con mi cuñada y se dieron cuenta de que el lado izquierdo de mi cara estaba caído”, cuenta Ilse.

Después de eso, no tiene mayores recuerdos. Su hermano, Moisés Velozo, sin dudarlo la llevó a Clínica Dávila. En el camino, Ilse perdió el conocimiento, por lo que una vez que llegó al Servicio de Urgencia se activó la alarma de sospecha de accidente cerebrovascular. “La evaluación clínica inicial permitió plantear que una de las arterias más importantes de su cerebro estaba con problemas, por lo que le realizamos un estudio por imágenes para confirmar esta hipótesis. Con el diagnóstico claro, y dado que en Clínica Dávila contamos con una Unidad de Terapia Endovascular funcionando 24/7, efectuamos el tratamiento para destapar la arteria que estaba obstruida por un trombo, logrando restablecer el flujo de sangre en el hemisferio afectado y, en consecuencia, aspirar a la recuperación de las funciones neurológicas perdidas por Ilse”, explica el Dr. Prudencio Lozano, neurólogo de Clínica Dávila.

El procedimiento fue realizado con éxito, permitiendo que la paciente no sufriera ningún tipo de consecuencia. “El rápido actuar de Ilse y su familia fue clave”, enfatiza el especialista. Cabe destacar que, si no son tratados a tiempo y por un equipo médico experimentado, los accidentes cerebrovasculares tienen una alta tasa de secuelas graves o mortalidad. De hecho, en nuestro país, los ACV son la principal causa de muerte. Por eso, frente a la sospecha de un evento cerebrovascular, es decir, cuando de forma súbita una persona deja de hablar normalmente, pierde fuerza de alguna extremidad o deja de sentirla, es muy importante acudir a un centro asistencial a la brevedad posible.

“La atención fue excelente, sobre todo del Dr. Lozano, el neurólogo que me atendió. Si bien no recuerdo cuando llegué a la clínica, actuaron muy rápido, lo que permitió recuperarme por completo, sin tener secuelas. Le doy las gracias a Dios, a mi hermano, y a todo el equipo: médicos, enfermeras, kinesiólogos y al terapeuta ocupacional que se preocuparon por mí y de mi rehabilitación”, finaliza Ilse. 

Fecha de publicación: 19/10/2020.