La epilepsia es una enfermedad crónica que puede llegar a afectar a cerca de 50 millones de personas en el mundo. Para conocer más sobre esta patología que aqueja a mujeres y hombres de todas las edades, sostuvimos un nuevo Dávila en Vivo y conversamos en directo con el neurocirujano Francisco Rojas y la neuróloga Anna Milan, ambos médicos especialistas de Clínica Dávila.

El doctor Francisco Rojas comenzó explicando que la epilepsia es una enfermedad crónica que afecta la corteza cerebral y que se manifiesta por crisis epilépticas. “La podemos clasificar en dos grandes grupos: epilepsias focales (parciales) y generalizadas. Se estima que un 70% de los pacientes responden a un tratamiento farmacológico, mientras que existe un 30% de pacientes que son refractarios (resistentes) al tratamiento con fármacos antiepilépticos”, indicó.

Por su parte, la doctora Milan señaló que muchas veces las crisis epilépticas pueden confundirse con otras patologías. “Hay algunos desmayos o síncopes que sí tienen sintomatología que simula una epilepsia, se llaman síncopes convulsivos y alrededor de un 40% de los síncopes tienen características convulsivas”, aclaró. También se debe descartar la posibilidad de haber sufrido una crisis de pánico o crisis psicógenas no epilépticas, causadas por estrés.

En estos casos, el diagnóstico no es fácil y se requiere de un estudio completo de la historia clínica, saber qué ocurrió antes, durante y después de la crisis, más la realización de exámenes complementarios para determinar si efectivamente se trató de una crisis epiléptica.

En general, se puede hablar de epilepsia si ha presentado una sola crisis, pero hay un factor predisponente mayor al 60% de desarrollar una segunda crisis. De lo contrario, se requieren más de dos crisis para realizar el diagnóstico. “Lo más importante para el diagnóstico de la epilepsia es la sintomatología, que es lo que hace el diagnóstico y, posteriormente el electroencefalograma nos permite validar o `sellar’ el diagnóstico”, sostuvieron.

En relación a la sintomatología, los especialistas resaltaron que efectivamente ésta es muy variada, en especial cuando se trata de epilepsias focales o parciales, que son las más frecuentes, ya que dependen del lóbulo cerebral que está afectado.

“No todos los síntomas de epilepsia son como los que uno ve en la calle, con esa gran crisis que convulsiona. Hay algunos síntomas que son más focales, más discretos, por lo que hay que investigar bien caso a caso ya que son síntomas que se repiten de la misma forma”, contaron.

Así, se puede abarcar desde síntomas auditivos, sensación de mal olor en forma reiterada, sensación de quemazón que sube en el estómago o “déjà vu” constante.

Como generalidad, las crisis deben durar como máximo uno o dos minutos. Si persisten más de 5 minutos, puede tratarse de un status epiléptico, que es el único tipo de crisis de mayor duración, aunque lo más común es que se trate de otra condición distinta a la epilepsia.

También existen epilepsias genéticas que presentan crisis tónicas, que suelen ser breves y donde el paciente desarrolla una postura tónica (de rigidez) que puede ser en extensión o en flexión, usualmente asociado con compromiso de conciencia hasta que la crisis cede.

La epilepsia de ausencia, en tanto, es una epilepsia genética que se presenta con crisis generalizadas, de pocos segundos de duración, donde el paciente generalmente cesa la actividad que estaba realizando y se queda fijo. A veces puede haber parpadeo, pero usualmente no hay automatismo o convulsiones y al cabo de unos segundos retoma lo que estaba haciendo. El diagnostico se confirma con un electrocardiograma, no produce secuelas y tienden a pasar con el tiempo. En los niños suele manifestarse entre los 3 y los 10 años, por lo que suele confundirse con déficit atencional. “Hay que tener presente que cuando las detenciones duran segundos, probablemente sea una epilepsia; en cambio, si el paciente está inatento una mayor cantidad de tiempo, como dos a cuatro minutos sin atender la clase, probablemente no sea una epilepsia de ausencia”, aclararon.

Dentro de los tipos de epilepsias genéticas, profundizaron en la epilepsia mioclónica juvenil, que usualmente es benigna ya que no genera deterioro cognitivo y, pese a que suele durar toda la vida, permite a los pacientes hacer su vida en forma normal. El único inconveniente es que solo un 10 a 20% de los pacientes con este tipo de epilepsia logran curarse y dejar de tomar medicamentos para controlar las crisis.

Sobre el momento en el que comienzan a manifestarse estos síntomas, resaltaron que también es variable. Se presenta en los niños más pequeños, con los síndromes de epilepsia, mientras que la mayor cantidad de incidencias se encuentran alrededor de los 60 o 65 años. “Entre medio hay apariciones que son más bien variables, donde se encuentran las epilepsias relacionadas con tumores y donde la sintomatología puede ocurrir en cualquier momento de la vida, siendo más frecuentes en los adultos que en los niños”, destacaron. Este tipo de epilepsias, junto a la esclerosis hipocampal, sí tienen resolución quirúrgica. Otros tipos de epilepsia pueden aparecer tras un traumatismo encéfalo craneano o una meningitis.

Tratamiento y cirugía

En relación a los tratamientos, comentaron que alrededor del 70% de los pacientes responden a un tratamiento farmacológico. Se estima que el paciente es refractario (resistente) al tratamiento farmacológico cuando habiendo hecho intentos con dos fármacos en forma asociada, tomándolos de manera conjunta o con dos fármacos de manera aislada (primero tomando uno y luego el otro), el paciente persiste con crisis convulsivas.

“Ese tipo de pacientes es candidato para hacer un estudio y para ofrecer otras posibilidades de tratamiento no farmacológico, que es la cirugía”, puntualizaron. Los análisis incluyen un estudio de imágenes, la resonancia nuclear magnética, hacer un video monitoreo, evaluación neuropsicológica y evaluación psiquiátrica, donde participa un equipo multidisciplinario con varios especialistas, entre los que se cuentan neurólogo, neurocirujano, neurorradiólogo, neuropsicólogo “y que es lo que nosotros estamos haciendo acá en clínica Dávila”, sostuvieron.

“La epilepsia tiene riesgo de causar deterioro cognitivo, muerte súbita, mala calidad de vida. Entonces, si está hecho el diagnóstico y el paciente es realmente refractario, la cirugía es una buena posibilidad”, puntualizaron.

La cirugía en general beneficia a dos tipos de pacientes: los pacientes que acceden a la cirugía con intención curativa y los pacientes que van con intención paliativa. A los primeros, la cirugía les ofrece una alta posibilidad de curar sus crisis, que son principalmente epilepsias focales que se asocian a lesiones que coinciden con el foco visualizado en el examen. Por otro lado, están los otros pacientes que son candidatos a cirugías paliativas, cuyo fin no es curarlos de las crisis, sino disminuir la frecuencia de éstas para mejorar su calidad de vida.

En relación a los tipos de cirugías, destacaron las que abordan la epilepsia lesional (cuando hay esclerosis hipocampal, cavernomas o tumores), donde se extrae la lesión y el área circundante que causa la epilepsia. Entre las cirugías paliativas, en tanto, hablaron de las que desconectan ciertas áreas del cerebro para disminuir la frecuencia de las crisis. Otro tipo de cirugía es la instalación de estimuladores vagales, dispositivos que estimulan el nervio vago y que también disminuye la frecuencia de las crisis, entre otros tipos de intervenciones.

Al abordar los medicamentos antiepilépticos, los doctores aclararon que todos tienen algún efecto adverso. “Hay que elegir los efectos adversos según el perfil del paciente y según el perfil de la epilepsia”, contaron.

Caída del pelo, aumento de peso, parkinsonismo, trastornos de la marcha, atrofia cerebral, incluso demencia, pueden ser algunos de las consecuencias de los tratamientos, “pero estos son efectos a muy largo plazo, con dosis altas, que le pasa a un muy bajo porcentaje de pacientes”, explicaron. “Al medicamento no hay que tenerle miedo, hay que tenerle respeto, saber cómo y cuándo ocuparlo y tener en cuenta los efectos adversos que pueden ocurrir. Hay que preguntar siempre si se presentan y, si eso ocurre, eventualmente cambiar de fármaco y, si no se puede, indicar otros medicamentos para tratar de compensarlo”, aclararon los expertos.

Asimismo, indicaron que hay muchos elementos que tienen que conjugarse para que un fármaco esté funcionando bien. La falta de sueño, el estrés prolongado o el consumo excesivo de alcohol, pueden generar mayor propensión a tener crisis de epilepsia, afirmaron.

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