La lesión cerebral adquirida es el resultado de un daño repentino en el cerebro que puede producir múltiples déficits físicos, comunicativos, cognitivos y conductual-emocional.

Según explica Carolina Gutiérrez, neuropsicóloga de Clínica Dávila, la principal causa de la lesión cerebral adquirida es el accidente cerebro vascular (ACV) o derrame cerebral.

“Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, 15 millones de personas en el mundo sufren de ACV, de las cuales 5 millones fallecen y 5 millones quedan permanentemente discapacitadas. En este último grupo es donde el abordaje temprano e integral es fundamental para poder mejorar su condición”, puntualiza.

En Chile, en tanto, el ACV es la segunda causa de mortalidad prematura. Por esta razón, cada vez es más necesario, según la especialista, tomar conciencia como sociedad de la magnitud de este problema y de cómo tratar con las personas que sufren este tipo de daño.

Entre las principales señales de alerta de una lesión cerebral adquirida se encuentran las siguientes:

  • Dificultades para hablar o comprender alguna información.
  • Disminución brusca de conciencia.
  • Pérdida de fuerza o sensibilidad en la mitad del cuerpo.
  • Alteraciones en la visión.
  • Problemas de coordinación.
  • Dolor de cabeza.
  • Vómitos.

Rehabilitación de la lesión cerebral adquirida

Una vez diagnosticada la lesión, se realiza el abordaje del paciente por parte de un equipo multidisciplinario que incluye, entre otros, a neurólogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales, kinesiólogos, médicos fisiatras y neuropsicólogos, que son psicólogos especializados en neurorrehabilitación. Su intervención temprana y coordinada es clave en el proceso de rehabilitación.

“Nuestro principal objetivo, desde la psicología, es la evaluación, descripción y tratamiento de las alteraciones cognitivas, conductuales y emocionales secundarias al daño cerebral adquirido, sea este estructural o funcional”, aclara la neuropsicóloga.

Generalmente, el primer acercamiento y evaluación se realiza cuando el paciente se encuentra todavía en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde se genera un plan de intervención especial para cada persona, que depende de las secuelas que dejó la lesión, dónde está ubicada, qué estructuras están dañadas y qué funciones cognitivas se afectaron. Por ejemplo, si la lesión afecta el lóbulo frontal, se verán alteradas las funciones ejecutivas, que son operaciones mentales dirigidas hacia un fin, es decir, posibilita que podamos elegir, planificar y tener decisiones voluntarias, entre otras.

“Como equipo lo que buscamos es que la persona sea lo más autovalente posible dentro de sus condiciones actuales y mejore su calidad de vida”, cuenta la especialista, quien agrega que la lesión cerebral adquirida genera dos fenómenos muy importantes: el aislamiento social y la fatiga crónica, que también se deben tratar.

Por este motivo, la terapia cognitiva trabaja con la modificación de las conductas desadaptativas, junto con el apoyo clínico y psicológico tanto para el paciente como sus familiares. La intervención también considera desde el primer momento la psicoeducación de la familia en los procesos que vienen, en especial cuando el paciente presenta grandes secuelas cognitivas, para que comprendan que eso se explica desde la lesión, no porque la persona quiera estar así.

“No hay que olvidar que este es un evento traumático, que ocurre de manera inesperada, que además genera mucha angustia y ansiedad, una sensación de pérdida de control y desconocimiento. Cuesta entender lo que está pasando y algunas veces el paciente se convierte en un extraño para su familia, activándose un periodo de duelo. Tienen que prepararse porque puede que la persona no vuelva a ser la misma que era antes de la lesión”, señala Carolina Gutiérrez.

Tras estar en la UCI, en la mayoría de los casos los pacientes pasan a UTI Neurológica y después al tratamiento ambulatorio, con un periodo de rehabilitación de al menos seis meses hasta alrededor de un año y medio, dependiendo de su condición.

Existe una fase crítica de intervención y estimulación entre los tres a seis primeros meses, donde gracias a la neuroplasticidad del cerebro se pueden lograr los mayores avances para recuperar funciones perdidas producto de la lesión. En esta etapa de rehabilitación es vital contar con una red de apoyo que sea efectiva, en especial dentro de la familia y el entorno social más cercano.

“Nosotros también abordamos el autocuidado con los cuidadores, ya que ellos suelen sobrecargarse mucho y sufrir de estrés, además de su proceso emocional tras lo acontecido”, expresa la psicóloga. “Ellos deben tener en cuenta que son fundamentales en el proceso de rehabilitación de su familiar, deben generar e incorporar conductas de autocuidado, siendo capaces de solicitar ayuda cuando ellos lo requieran, activar sus redes de apoyo, hablar y procesar sus emociones, no reprimirlas. Para cuidar y apoyar a un otro en un proceso de tal magnitud, yo debo cuidarme también.”, finaliza.